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lunes, 2 de abril de 2012

Taxi



Si ya lo habías hecho una vez, ¿por qué no lo harías una vez más? Aún recuerdo cuando me dejaste llorando entre las sábanas en aquél departamento; era octubre y tú tenías que partir hacia Madrid, hace ya casi cinco años…pero el maldito universo conspira, un ente juega con nosotros, mejor dicho, conmigo; y al parecer a mí no me desagrada este tortuoso pero adictivo juego, y así nos encontramos donde nos vimos la última vez…mismos jugadores, mismo juego. En fin, bien me decía Sofía, ella que bien me conoce desde que era una puberta e incluso mejor que yo misma; que los humanos somos los únicos animales que tropezamos más de una vez con la misma piedra y que por eso tú no eras distinto, eras el mismo farsante con el don de Casanova, que tus palabras eran simples dardos de placebo que cegaban mis ojos y mi razón; que la escultura tallada en ese roble que es tu cuerpo sólo era un escalón para llegar al cielo en esas noches en que llegué a robarle más de una estrella al firmamento…pero no eras el cielo mismo. Por cierto, ¿ya viste qué bonita luna nos acompaña?, ¿por qué tiene que ser testigo una vez más de mi dolor?. ¡Ah, pero te decía! qué difícil es decirte no; poder verte a los ojos y no recordar esas malditas sonrisas que con tanta facilidad me robas. ¡Caray! Yo no soy una persona risueña, mucho menos alegre o vivaracha como solía reprocharme mi madre, por eso me aterra como con tus idioteces, conscientes o inconscientes, me arrancan de mis ya negras entrañas esas sonrisas que bien sabes, son tan contadas como las veces que  me has dicho te amo, y ahora ya no sé si fue por voluntad o por seguir el guión. Y de verdad que me apena tener que estar platicando de esto aquí; ¡imagínate lo que ha de estar pensando este señor!, de seguro está preguntándose por qué demonios subió a su taxi a un par de locos que no paran de escupir la amarga saliva que genera su relación…pero señor, le prometo que este joven, porque no es hombre, le pagará bien. Ahora tú escúchame; no sé por qué ahora decides retomar ese camino que hace dieciséis años tomaste, y que me juraste en dos ocasiones estar arrepentido de ello; no sé por qué no me quedó claro desde la primera vez, no sé cómo esa mujer a la que estás atado por llamarla esposa te convenció de que no puedas compartir una noche más conmigo; pero ¡por favor!, ¡dime cómo lo logró si ella ni siquiera sabe de mi existencia!, o espera…¿acaso tú se lo confesaste?¡Qué va! Eso sería de hombres, y eso, con todo respeto, es un concepto muy elevado para ti ahora que me doy cuenta de lo que hiciste. No te voy a negar que siento rabia, que incluso se mezcla con ese sabor tan amargo y excitante que sólo el temor al futuro tiene; pero en fin, creo que esta noche es perfecta para lidiar con mis propios miedos y lo mejor de todo es que, como en aquél octubre, lo único que tengo es este suéter que será mi cobija para cuando encuentra algo en esta ciudad que me sirva de cama…¡Ah! es que no te dije, ¿verdad?, me escapé otra vez de mi casa, bueno de esa cárcel que le llaman manicomio, de la cual conozco hasta el más recóndito pasillo; y juro que a ese lugar ¡no vuelvo!. Así que aquí me bajo y vuelve a tu jodida tierra española; pero antes sólo respóndeme una pregunta: ¿cuánto cuesta el boleto a Madrid?  

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