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viernes, 6 de abril de 2012

Ensayo sobre "El arte de amar"


Este es un ensayo que surgió como una tarea de máximo dos cuartillas; pero creo que ni una vida escribiendo sería suficiente para explicar por completo, sin dejar ningún cabo suelto, qué diablos significa “El arte de amar”.

Es sencillo y hasta suena bien el creer que el amante nocturno y fugaz, al igual que el novio o esposo que esculpe con palabras y hechos a la mujer más hermosa que jamás han contemplado esos ojos del alma, deben ser considerados verdaderos artistas que desde un anonimato, escondidos en distintas trincheras; acuchillan esa pseudo-teoría titulada “El amor no existe”.   Repito suena bien, pero por eso ¿amar es un arte?.

El concepto de amor arraigado en la cultura occidental y reflejado en las mil películas norteamericanas románticas que abusan de la lluvia y los “I love you” -dichos con la voz mezcalera y  grave de algún actor hollywoodense- como elementos para mostrar que el amor se reduce a un infinito ciclo de felicidad, enojo, ruptura y reconciliación; me parece un concepto comercial, no tangible. 
Alguien que tuvo una idea o un raciocinio más concreto sobre el amor fue Platón. Él nos decía que el amor hacia algo perteneciente al mundo material es efímero, perecedero, que ahí no podemos encontrar la verdadera felicidad, sino sólo una ilusión de que lo somos…ello incluye el amar a otra persona –aclaro que esto es según Platón-. De esta manera, en el amor entre hombre y mujer -dirigido al cuerpo-, éstos se procuran la inmortalidad a través de la procreación de los hijos. En cambio, el amor propio de los hombres fecundos en el alma es más imperecedero, perdura, pues va orientado a generar belleza en la poesía y en las otras artes y ciencias, al cultivo de la virtud y la sabiduría. 

“La felicidad está fuera del mundo material, ya que sólo podemos alcanzar la belleza y lo bueno en sí mismo con la liberación del alma de la cárcel del cuerpo”, diría Platón.

Con ello, puedo afirmar que es cierto que el amor es un arte; arte viene del latín ars, capacidad de hacer, que a su vez proviene del vocablo griego techne que es técnica: si un hombre o mujer es capaz de cultivar su alma y liberarla del cuerpo, ese hombre se ha amado.
Pero dejando de lado la filosofía platónica, considero que la idea occidental antes referida sobre el amor, es muy banal, muy efímera; como la mayoría de las relaciones que hay en el mundo. 

Es como querer hacer un buen negocio; el objeto –la mujer- debe ser deseable desde el punto de vista de su valor social y, al mismo tiempo, debo resultarle deseable, teniendo en cuenta mis valores y potencialidades manifiestas y ocultas. De ese modo, dos personas se enamoran cuando sienten que han encontrado el mejor objeto disponible en el mercado, que mejor no puede haber u obtener.

Así el amor es un ente que se va trasladando de mercado en mercado, cultivando y destrozando muchas ilusiones.

El amor es algo que vivimos a diario, sentimos a diario, desde que alguien te levanta porque ya apagaste la alarma del celular sin darte cuenta; cuando alguien ha trabajado arduamente para que haya algo que comer en el refrigerador, cuando un amigo o una amiga te confía su más íntimo secreto e incluso se manifiesta en algunas personas cuando, en silencio, oran con su dios y agradecen las bendiciones y la vida otorgada por ese día.  

Como conclusión podría decir que el amor real o genuino hacia otra persona es aquel en el que simplemente deseamos el bien de ella, procuramos su bienestar antes que su posesión por ser alguien atractiva.

Por último, cito al psicoanalista Erich Fromm en su libro El Arte de Amar: “Si el hombre quiere ser capaz de amar, debe colocarse en su lugar supremo. La máquina económica debe servirlo, en lugar de ser él quien esté a su servicio. Así, tener fe en la posibilidad del amor como un fenómeno social y no sólo excepcional e individual, es tener una fe racional basada en la comprensión de la naturaleza misma del hombre”.

lunes, 2 de abril de 2012

Taxi



Si ya lo habías hecho una vez, ¿por qué no lo harías una vez más? Aún recuerdo cuando me dejaste llorando entre las sábanas en aquél departamento; era octubre y tú tenías que partir hacia Madrid, hace ya casi cinco años…pero el maldito universo conspira, un ente juega con nosotros, mejor dicho, conmigo; y al parecer a mí no me desagrada este tortuoso pero adictivo juego, y así nos encontramos donde nos vimos la última vez…mismos jugadores, mismo juego. En fin, bien me decía Sofía, ella que bien me conoce desde que era una puberta e incluso mejor que yo misma; que los humanos somos los únicos animales que tropezamos más de una vez con la misma piedra y que por eso tú no eras distinto, eras el mismo farsante con el don de Casanova, que tus palabras eran simples dardos de placebo que cegaban mis ojos y mi razón; que la escultura tallada en ese roble que es tu cuerpo sólo era un escalón para llegar al cielo en esas noches en que llegué a robarle más de una estrella al firmamento…pero no eras el cielo mismo. Por cierto, ¿ya viste qué bonita luna nos acompaña?, ¿por qué tiene que ser testigo una vez más de mi dolor?. ¡Ah, pero te decía! qué difícil es decirte no; poder verte a los ojos y no recordar esas malditas sonrisas que con tanta facilidad me robas. ¡Caray! Yo no soy una persona risueña, mucho menos alegre o vivaracha como solía reprocharme mi madre, por eso me aterra como con tus idioteces, conscientes o inconscientes, me arrancan de mis ya negras entrañas esas sonrisas que bien sabes, son tan contadas como las veces que  me has dicho te amo, y ahora ya no sé si fue por voluntad o por seguir el guión. Y de verdad que me apena tener que estar platicando de esto aquí; ¡imagínate lo que ha de estar pensando este señor!, de seguro está preguntándose por qué demonios subió a su taxi a un par de locos que no paran de escupir la amarga saliva que genera su relación…pero señor, le prometo que este joven, porque no es hombre, le pagará bien. Ahora tú escúchame; no sé por qué ahora decides retomar ese camino que hace dieciséis años tomaste, y que me juraste en dos ocasiones estar arrepentido de ello; no sé por qué no me quedó claro desde la primera vez, no sé cómo esa mujer a la que estás atado por llamarla esposa te convenció de que no puedas compartir una noche más conmigo; pero ¡por favor!, ¡dime cómo lo logró si ella ni siquiera sabe de mi existencia!, o espera…¿acaso tú se lo confesaste?¡Qué va! Eso sería de hombres, y eso, con todo respeto, es un concepto muy elevado para ti ahora que me doy cuenta de lo que hiciste. No te voy a negar que siento rabia, que incluso se mezcla con ese sabor tan amargo y excitante que sólo el temor al futuro tiene; pero en fin, creo que esta noche es perfecta para lidiar con mis propios miedos y lo mejor de todo es que, como en aquél octubre, lo único que tengo es este suéter que será mi cobija para cuando encuentra algo en esta ciudad que me sirva de cama…¡Ah! es que no te dije, ¿verdad?, me escapé otra vez de mi casa, bueno de esa cárcel que le llaman manicomio, de la cual conozco hasta el más recóndito pasillo; y juro que a ese lugar ¡no vuelvo!. Así que aquí me bajo y vuelve a tu jodida tierra española; pero antes sólo respóndeme una pregunta: ¿cuánto cuesta el boleto a Madrid?